Por: Rut Prieto
Ya es otoño y en Japón se celebra como en cada año el festival shichi-go-san (七五三, que se traduce literalmente “siete-cinco-tres”) el 15 de noviembre. Los principales protagonistas de esta celebración son los niños de 3 y 5 años, y las niñas de 3 y 7 años (de ahí el nombre siete-cinco-tres), y son llevados a templos para agradecer el goce de buena salud y rezar porque siga siendo así durante su desarrollo.
En el pasado, los niños eran susceptibles a una gran variedad de enfermedades en Japón y la tasa de mortalidad infantil era un problema serio, puesto que muchos no lograban llegar a la edad de 7 años. Durante el periodo Heian (794-1192), las familias nobles comenzaron a hacer estos rituales en los que acudían a templos sintoístas y rezaban por la salud de sus hijos: con los niños al cumplir 3 y 5 años, y con las niñas a los 3 y 7 años. Lo hicieron así bajo la creencia de que los números impares atraen buena suerte. Posteriormente las familias de samuráis se unieron a esta tradición y después el resto de la población.
Durante el shichi-go-san, los niños portan por primera vez la vestimenta tradicional japonesa. A los tres años, las niñas son llevadas a los templos vistiendo hermosos kimonos atados con cordones, y al cumplir los 7 años, usan por primera vez el obi, que es una faja ancha de tela que se usa sobre el kimono. Esto se considera un ritual importante, llamado obitoki (帯解き), y antiguamente se consideraba que era el paso de las niñas a la edad adulta.
En el caso de los niños, a partir de los tres años se les permite tener el cabello largo, puesto que acostumbran a dejarles el cabello muy corto antes de esa edad. A este ritual se le llama kamioki (髪置き). A los 5 años, los niños visten chaquetas haori y se les permite usar pantalones hakama, que son complemento de la vestimenta tradicional, para representar el paso de la niñez a la adultez. A este segundo ritual se le nombró hakamagi (袴着). De hecho, los niños varones pueden usar dos tipos de kimonos; el primero es el tradicional (que parece de samurái) y el segundo es más moderno. Desde luego, el significado en los rituales ha ido cambiando, pero el hábito de la vestimenta ha permanecido.
Ciertamente la vestimenta tradicional japonesa tiene un precio un tanto elevado, debido a la complejidad de su elaboración. Es por ello que hay muchas empresas que permiten rentar estos atuendos tanto para los niños como para los adultos en este tipo de festividades. Incluso hay estudios de fotografía que ofrecen el paquete de la renta de la vestimenta junto con una sesión de fotos en los templos para las familias. Algunas personas han optado por esta opción, y el retrato familiar utilizando la vestimenta tradicional se ha convertido prácticamente en parte de la tradición.
Otra parte de esta tradición es dar a los pequeños una bolsita colorida con chitoseame (千歳飴), que quiere decir “caramelo de mil años”. Se trata de unos palitos de dulce, cuya forma simboliza la longevidad. Los caramelos son blancos y rojos (colores alusivos a la suerte) y se considera que el número de caramelos que se debe dar a los niños debe corresponder con su edad. Por ejemplo, a un niño de tres años, se le dan tres caramelos.
Si bien en Japón la salud en niños ya no es un problema, se ha conservado esta tradición durante siglos, siendo una alegre celebración que representa los deseos de los padres de que sus hijos vivan una vida larga, plena y feliz.